lunes, 25 de octubre de 2010

Mi encuentro con Alí Chumacero


Cuando hacía mi servicio social en el FCE,me encontré una o dos veces con el maestro Chumacero. Era tan grande y tan lento que cuando se dirigia al elevador todos teníamos que esperar detrás de él, porque no era posible rebasar al maestro por miedo a infringir una falta de respeto hacia su loable institución poética, además, era imposible por la capacidad que tenía de ocupar espacio.

Un día, yo llevaba una playera moderna que conjugaba el logo de gatorade, sólo que el ingenio mexicano se había encargado, como montaje, de cambiar el mensaje gatorade por el de gatumadre. Por la mañana, subí al ascensor y el maestro Chumacero junto conmigo. Yo, que para entonces no había leído nada de su obra, no encontré conversación que entablar y mucho menos ingenio, por lo que calle. Sin embargo, mi camisa decidió hablar por mí. El poeta mirando alrededor llegó a interesarse casualmente por mi playera y la leyó, inclinó su gigantesco cuerpo y se fijo en el mensaje contenido. El maestro se levantó, sonrió, me miró y me dio las buenas tardes. Aún me pregunto que es lo que pasó por su cabeza.